Ninguno de nosotros está exento de tener la maravillosa oportunidad de compartir espacio y tiempo con otros pares humanos en un hora pico dentro de un vagón de subte. ¡La hora pico!, ¿qué decir de la hora pico? Poemas se han escrito, Canciones se han trovado, camisas se han chivado, colas se han apoyado y bultos tanteado. Ya en la antigüedad se decía que Alejandro Magno evitaba las horas pico a la hora de movilizar sus tropas. En octubre de 218 a. C. el cartaginés Aníbal fue el primero en tomar una ruta alternativa cruzando los Alpes para evitar esta hora funesta. Julio Cortázar escribiría siglos después La autopista del sur.
A todo esto hay que sumarle el hecho de que en esta época del año en el hemisferio sur estamos en verano. En Buenos Aires, en particular, como salidos de una novela de Gabriel García Márquez nos rodea un manto de humedad que vuelve al aire irrespirable y denso; aumenta nuestra capacidad sudorípara e histeria porteña.
Pero volviendo al tema que no es la hora pico en sí, si no que te agarre en el subte, y en verano.
La gente: sudada, pegajosa, olorosa, amontonada y rozándose.
Uno: Te cuesta respirar porque viajás apretado, por la mala ventilación del subte y porque el simple hecho de que esa misma gente que te aprieta, respira.
Hasta ahí es común a todas las líneas de subterráneos A, B, C, D, E y H; pero quisiera situarlos en la línea A.
Un poco de historia.
La línea A del subte de Buenos Aires fue abierta al público el 1 de diciembre de 1913, convirtiéndose así en la primera de toda América Latina, el hemisferio sur e Hispanoamérica. La línea sigue manteniendo sus coches antiguos La Brugeoise de origen belga y construidos durante la década de 1910. El tramo Plaza de Mayo-Plaza Miserere del subterráneo fue inaugurado el 1 de diciembre de 1913. Al día siguiente fue habilitado al público, transportando a 170.000 pasajeros que pudieron disfrutar del primer subte de Sudamérica. Buenos Aires se convertía así en la decimotercera ciudad en contar con este servicio, detrás de Londres, Atenas, Estambul, Viena, Budapest, Glasgow, París, Boston, Berlín, Nueva York, Filadelfia y Hamburgo. Cada estación tenía una longitud de 100 m y poseía frisos de un color determinado para facilitar su identificación, teniendo en cuenta el alto nivel de analfabetismo que existía en la época.
Esta línea iba desde Primera Junta a Plaza de Mayo y viceversa hasta el día 22 de Diciembre de 2008 cuando se agregaron dos estaciones al recorrido (Puán y Carabobo). A esto nadie puede objetar su gran aporte a la comunidad porteña, pero hete aquí un pequeño detalle. Ante la brillante idea de agrandar el recorrido subsiguió la genialísima idea de mantener los mismos trenes de 1910. Quizá por nostalgia tanguera todavía mantengamos esos vagones a puertas del bicentenario. Además anuncian la extensión de dos estaciones más para el 2010 (San José de Flores y San Pedrito) ¡Genial! Más recorrido, más gente viajando en una línea repleta en la que los vagones de madera se tambalean, se corta la luz dentro del vagón, tiene apertura manual de puertas y mala ventilación. Bien, pero bien ARRRRRRRRRGENTINO. En vez de esperar a mejorar los vagones para alargar el recorrido, primero lo alargamos y después vemos. Parece que en cualquier momento vamos a escuchar el galope en los túneles o vamos a tener que salir con un gorrión para darnos cuenta cuándo se acaba el oxigeno. Gracias mentes elevadas de la esfera política ciudadana, gracias, gracias y más ¡GRACIAS!
PD: Casi me olvido, un gran saludo al Minotopo y a la reconcha de sus putas madres, ¡SALÚD!